Aun recuerdo lo nervioso que estaba en la primera cita que tuve con mi esposa, como me las quería tirar de que “uuu” y la invité a comer sushi. Eran de esos días en que a uno no le importa el precio o el lugar de una cita, no para aparentar algo o apantallar, sino más bien porque esa persona que estaba enfrente mío quería que se convirtiera en la persona con la que compartiría toda la vida.
A medida que ha pasado el tiempo de nuestro matrimonio hay que tener al menos una cita a la semana con su pareja. Y quiero llegar al grano rápidamente, salir con nuestra esposa ¡no es un gasto es un gesto! Tal como lo lee, no concibo esposos o esposas que al final de una cena, una ida al cine o algo, se den expresiones de ¡que caro me saliste!, ¡Me quede sin dinero para todo el mes!, ¡Como comes!, ¡Saldremos hasta el otro año!, cuando de novios nos gastábamos hasta el último lempira para agradar a esa persona.
Mi jornada laboral termina al rededor de las seis de la tarde, casi todos los días tenemos compromisos por la noche en diferentes lugares, usualmente nos hablamos por la tarde para hacer los planes de la noche. Algunas veces nos encontramos en un restaurante, otras yo paso por ella por nuestra casa, vamos a reuniones o cualquier cosa, pero siempre tenemos tiempo para una salidita, de platicar, y aclaro algo, en ocasiones la cita es en la propia casa, cocinamos y arreglamos la mesa en la terraza, comemos a la luz de la luna y si no hay luna pues a la luz del poste que ilumina el patio. La única excusa para no hacer algo con su pareja es ¡no querer!
Durante una cena, sea en casa o en un restaurante, escuche a su pareja, pregúntele ¿Cómo está? , ¿Qué tal su día?, platiquen, regresemos a esa primera cita, ocupémonos el uno por el otro, y estos momentos disfrutémoslos con mucho nervio como la primera vez, bien olorosos, bien vestidos y siempre con un detalle para esa persona que nos conquistó el corazón.