
En lo personal sentí que una de las etapas más difícil al iniciar la maternidad fueron los primeros dos meses, empezando por una cesárea que me impidió cuidar de mi bebé en las primeras horas de vida, sumado a los muchos cambios repentinos, que muchas personas ya se habían encargado de darme a conocer basado en su experiencia. La lucha por mantener una lactancia materna exclusiva, procurar mantener las rutinas correctas para mi bebé, más el temor de una pandemia que iniciaba y que coincidió con esta etapa de mi vida. Fueron muchísimas la batallas que tuve que librar en mi mente en este periodo.
Al cabo de un par de meses mi bebé comenzó a sonreír. “Wow!” ... Sé que puede parecer un detalle no muy significativo; pero para mí resultó ser una gran recompensa, ese pequeño detalle era como un “gracias mamá”, comencé a sentir como sus sonrisas compensaban mi sacrificio y mi cansancio, como un combustible que me llenaba de energía para continuar con mi labor aparentemente poco remunerada.
A raíz de esta experiencia me detuve a notar el gran valor de la gratitud, sobre todo en la familia, ya que es en el lugar donde prestamos un servicio sin recibir salario alguno, sé que la mayoría de los roles que desempeñamos dentro de la familia lo hacemos por amor, que es un motor único, que nos hace hacer cosas extraordinarias sin esperar nada a cambio, ya que es la naturaleza de nuestro Padre Celestial, la cual nos ha heredado como creación suya; pero aún el más perfecto amor encuentra motivación en la gratitud.
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” 1 Tes. 5:18
En este versículo nos hace ver la importancia que tiene para nuestro Padre el ser agradecidos, ya que este se vuelve en la materia prima que Él utiliza para añadirnos la bendición, la gratitud te hace recordar lo bueno que Dios es. El ser agradecido en todo tiempo es tener en menos la falta, los errores y exaltar lo bueno. Es casi imposible ser agradecido sin cultivar el amor, que es la sustancia de Dios.
“Luego tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, y los partió y dio a sus discípulos, y ellos a la multitud” Mt 15:36
En Mateo 15 podemos aprender del poder de la gratitud, Jesús estaba en una situación donde en lo natural no había suficiente, siete panes y unos pocos pescados para alimentar cuatro mil personas. Evidentemente era muy poco, insignificante provisión para lo que se necesitaba; pero Jesús dio gracias, y los partió y dio a sus discípulos, y ellos a la multitud. En el mundo espiritual cuando agradecemos al Padre, se nos habilita un poder para acceder a las bendiciones del cielo, Jesús no vio la escasez, sino la alacena del cielo y solo hacía falta la llave para que los ángeles pudieran llevar la provisión a ese lugar, y esa llave se activa con un "gracias".
La gratitud enciende un poder sobrenatural para multiplicar, renueva las fuerzas, motiva a continuar, entonces ¿Cómo no hacer uso de este recurso dentro de nuestra familia?... Me parece que muchas veces lo utilizamos sin ser conscientes de su valor y poder, creo que si ponemos un poco más de atención encontraremos múltiples formas de mostrar nuestro agradecimiento dentro de la familia, a través de palabras, gestos, acciones.
El agradecimiento es una forma de honrar a esa persona que se despoja de algo suyo para favorecernos. Aun cuando hay obligaciones a las que nos sujetamos cuando decidimos formar una familia, es necesario honrar la labor de cada miembro de la misma con una manifestación de agradecimiento, que finalmente nos motiva a continuar e incluso a mejorar para agradar a los nuestros. Un hogar formado por un esposo que se siente honrado, la esposa valorada y los hijos dignificados, difícilmente fracasa.