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La parte favorita de nuestra historia es que Dios es el protagonista.



Antes de conocernos, ambos le entregamos nuestra vida a Dios. Nos conocimos a través de una amiga en común, por una herramienta tecnológica llamada whatsapp. Tenía pensado hacer un ayuno con una amiga y es así como ella le pregunta a Violeta si deseaba participar en el ayuno también, formamos un grupo de whatsapp y comenzamos los tres el ayuno. A partir de ese momento empezamos a establecer una amistad genuina, nos contábamos nuestros problemas, nos apoyábamos en oración, y platicábamos de todo un poco, todo esto a través de whatsapp y llamadas, sin conocernos personalmente durante un año y medio, hasta que ambos fuimos a un encuentro nacional de jóvenes del ministerio en el que servíamos. Desde ese momento, comenzamos a vernos de forma más frecuente, nos convertimos en mejores amigos, empezamos a ser apoyo el uno del otro, a compartir los anhelos de nuestros corazones, preocupaciones, tristezas, alegrías, así como promesas de Dios para nuestras vidas.


En mi caso, era una persona inestable emocionalmente, que dependía de una relación para sentirme feliz y estaba acostumbrado a tener siempre a alguien a mi lado. Cuando le entregué todo a Dios, incluyendo esa parte, decidí guardarme para mi futura esposa mientras Dios trataba conmigo en intimidad. En el caso de Violeta, salió muy lastimada de la relación en la que estuvo y fue en ese proceso que le entregó su vida a Dios. A través de una persona el Señor Jesús le dijo que Él tenía a un hombre conforme a su corazón para ella y es así como decidió también guardarse para su futuro esposo porque no quería andar de novio en novio, sino que su próximo noviazgo fuera un noviazgo con propósito que llevara al matrimonio para toda la vida.


Como les comentamos anteriormente nos hicimos mejores amigos, realmente ninguno de los dos tenía otras intenciones, ni estábamos buscando un noviazgo. En el ministerio que servíamos ambos habíamos escuchado que uno debía de saber pedirle a Dios sobre nuestra pareja, pudiendo hacerlo a través de escribir una lista de las cualidades, tanto de personalidad como físicas y todo aquello que anhelaba nuestro corazón que tuviera la persona con quien compartiríamos el resto de nuestras vidas. Violeta bien obediente decidió hacer su listado (era bien largo) y en ocasiones pensó que a lo mejor estaba pidiendo mucho pero a la vez recordaba la promesa que el Señor Jesús le había hecho aquella noche y se llenaba de fe y continuaba escribiendo en su lista sin afanarse. Ella aprendió a disfrutar esa etapa de estarse guardando y si, en muchas noches, soñaba con el momento de conocer a su esposo y compartir su vida con él, sin saber quién era la persona. Ella siempre le hablaba a Dios del hombre con el que soñaba y oraba por él, pero también le pedía a Dios por ella, para que Él la preparara para ser esa ayuda idónea de su esposo y Dios trató con ella, sanando cada herida y de un corazón muy lastimado, el Señor Jesús lo convirtió en un corazón sano.


En mi caso, me había acostumbrado a estar solo y no me sentía listo para pensar en un noviazgo. Hasta que en una semana Dios me habló a través de diversos medios en tres ocasiones. En la primera ocasión, me indicó que era tiempo de que empezará a orar por mi esposa, decidí no hacerlo, no porque estaba cerrado a la idea del matrimonio, sino que en realidad todavía existían miedos, inseguridades y temor a ser dañado, definitivamente no se los había entregado a Dios. En la segunda ocasión me indicó que mi esposa estaba cerca, fue en ese momento donde decidí ser obediente, empecé a orar por mi esposa y escribí todas las características físicas, de personalidad, cualidades, sueños, metas que anhelaba que tuviera la mujer con quien compartiría el resto de mi vida. Finalizando esa semana, nuevamente Dios me habló a través de una persona en el Ministerio donde estábamos sirviendo y me dijo que mi esposa estaba “Aquí”. En ese momento abrí mis ojos sorprendido y me di la vuelta, dentro de todas las personas que estaban en ese lugar la única que vi, fue a Violeta. Inmediatamente, vino a mi mente mis oraciones y el listado que había hecho, hice un chequeo mental y me di cuenta que Violeta cumplía al cien por ciento con todas las características. Entre en razón, mi mejor amiga era mi esposa. Para ese tiempo, el Señor Jesús ya le había hablado a Violeta y ella sabía que yo era la persona con quien compartiría el resto de su vida, sin embargo, ella no me lo dijo porque pensaba que si el Señor Jesús se lo había dicho, no era ella quien me lo tenía que decir a mí sino que le pidió que fuera Él también revelándomelo y es así como sucedió.


A partir de ese momento, empezamos a fortalecer aún más nuestra amistad y empezamos a compartir más en persona. En ambos casos llevábamos mucho tiempo sin tener una relación y estábamos acostumbrados a estar así. Dios todavía estaba trabajando conmigo, aún existían miedos e inseguridades, me costaba mucho el poder abrirme sentimentalmente a una persona. Fue hasta que tome la decisión de entregárselos por completo a Él y de forma sincera, que después de varios meses le pedí que fuera mi novia. No les voy a mentir, no fue fácil, en ocasiones quería terminar la relación, a pesar de mis sentimientos, por excusas como “estoy demasiado acostumbrado a estar solo”, “tengo un trabajo muy demandante y no sé si te pueda dedicar el tiempo que te mereces”. Pero definitivamente Dios es perfecto y era la mujer idónea; fue un apoyo para entregar mis miedos, fue una persona comprensiva, no me juzgó y supo esperar con amor porque creía firmemente en la promesa que el Señor Jesús le había hecho. Con el tiempo Dios moldeó nuestro noviazgo y se estaba encaminando a un paso muy importante EL MATRIMONIO.