Hace una década atrás, ni se me cruzaba por la mente que estaría donde ahora estoy. Habiendo tomado decisiones “radicales” en mi vida, he visto la mano de Dios bendiciendo aquellos caminos que El escogió para mí. Hasta el día de hoy, puedo decirte que Dios ha sido fiel a sus promesas para mi vida y no ha habido ni un solo momento en que me haya fallado.
Cómo cualquier mujer joven a la que siempre se le enseñó que si quieres un buen futuro debes prepararte y trabajar duro por el, desde muy pequeña tuve sueños y metas que apuntaron a alcanzar el éxito como el mundo te lo pinta: una carrera profesional, un trabajo exitoso en un mundo corporativo, mucho esfuerzo, mucho trabajo y producto de la suma de estos factores ¡Puff! Tendría recompensa material, la cual según yo, llenaría los vacíos más grandes que sentía en mi interior.
Cuando comencé a tener independencia económica, me chocaba pensar que alguien tenía el derecho o que debía decirme que hacer o cómo hacer algo, pues desde muy pequeña (10-11 años) aprendí a ser independiente y crecí pensando que la batuta de mi vida era algo que únicamente me competía a mi manejar y/o controlar. Pero un buen día eso cambió, al tocar fondo no una, dos si no hasta tres veces (y creo que más) decidí romper ese ciclo de hacer las cosas a mi manera y en mi propio entendimiento para luego caerme y dañar aún más mi corazón; al rendirle mi vida al ser que me vió formarme en el vientre de mi madre, Aquel que desde que estaba estableciendo los fundamentos del mundo pensó en mí, si, en mí, una “insignificante hormiga” en este espacio sideral. Fue en ese momento que me pregunté muchísimas veces ¿Cómo es que un Dios tan GRANDE, perfecto y santo es capaz de fijarse en mí? ¡En mí! ¡La peor de las pecadoras! Un día, por el mover y la convicción que solamente su Espíritu Santo nos da, decidí rendirle mi vida por completo; eso implicaba dejarme quebrar en mil pedazos, para luego ser molida en polvo que debía formarse en las manos del mejor alfarero.
Era el momento de un nuevo comienzo y para ello necesitaba saber donde estaba parada. Sin embargo, mi conocimiento acerca de quién es Dios, en aquel momento era muy pequeño y limitado al mismo tiempo. Te cuento esto porque un día me encontré este tesoro en su palabra: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Jeremías29:11 RVR1960.
Quiero preguntarte, cuantas veces has escuchado o leído este versículo y te has detenido a pensar: ¿Señor, cuales son esos pensamientos? ¿Acaso tu voluntad me hará feliz? ¿Acaso lo que tienes para mi es algo que voy a disfrutar? ¿Será que si te sigo voy a ser infeliz porque me darás algo que no me va a gustar? No tengas pena de decir que si lo has pensado, porque conozco muchas personas aparte de mí, que lo han hecho.
Es por eso que hoy quiero hacerte la siguiente invitación:
¿Por qué no pausas un momento, ves a tu alrededor y quitas la mirada de todo aquello que tus ojos alcanzan a ver? Quizá te estas perdiendo de los planes que Dios tiene para ti y quizá hasta te des cuentas que has estado concentrándote mucho en tus planes y no los de El. A mi me pasó, muchas veces le dije a Dios: “Señor haré esto o lo otro, por favor bendice lo que estoy por hacer”, sin haber antes comprendido que Dios lo que quiere de nosotras es que vengamos a El en primer lugar y le digamos: “Señor muéstrame el camino que debo seguir”, sabiendo que Él bendice la obediencia.
El día que comencé a hacer esta última oración de todo corazón, fue el primer día del resto de mi vida, el comienzo de lo que ahora soy, de lo que ahora tengo, y lo que ahora hago. Quizá alguien externo a mi vida diga: “pero si ella no tiene valioso para dar”, ¿sabes? El se encargó hasta de eso, de que la única opinión que ahora me importa es la de Aquel que me amó en mis peores momentos, que me limpió muchísimas veces luego de regresar a ese charco de lodo de donde me había sacado y Aquel que en mi creyó. Se que soy valiosa para sus ojos, una joya en su corona. Finalmente comprendí que su voluntad para mi vida siempre será buena, agradable y perfecta y que sus caminos son mejores que los míos. ¡Sí! Créeme cuando te digo que sus planes han sido mejores que los míos.
Te lo dice, una mamá con fe.